Algunas noches, cuando dispongo
de algo de tiempo, acostumbro a recorrer el dial de la radio española, y detenerme
a escuchar alguna de las tertulias políticas, más o menos sesgadas
ideológicamente, que invaden las ondas a esas horas. Siempre me ha sorprendido
que cuando se aborda algún conflicto geopolítico actual, especialmente si está
en fase de guerra abierta (Siria, Libia, Irak, Ucrania o Israel-Palestina, serían
algunos ejemplos de actualidad) se evite, a mi parecer, un análisis crítico, multiperspectiva,
del asunto, limitándose con frecuencia los medios a los testimonios subjetivos
de entrevistas con personas en la zona o próximas a ella.
Cuando se plantea debate, es un
hecho frecuente que en algún momento, bien el propio director de tertulia bien
alguno de sus tertulianos, acabe formulando una misma pregunta recurrente,
siempre acompañada de un cierto tono de indignación: ¿Qué está haciendo la
Comunidad Internacional al respecto? O en una formulación más ingenua: ¿Por qué
la Comunidad Internacional no hace nada? Llegados a este punto, me parece
interesante detenernos a reflexionar brevemente sobre el concepto de Comunidad
Internacional o qué entienden los medios de comunicación, como grandes creadores
de opinión, por Comunidad Internacional.
Una primera respuesta simple podría
ser que, ante un conflicto determinado, la Comunidad Internacional la forman todos
los estados del mundo a excepción de los países litigantes. Pocos reconocerán utilidad
de algún tipo en esta definición. También podemos sentirnos tentados a adoptar
una perspectiva oficialista, y decir que Comunidad Internacional son todos los países
representados en las Naciones Unidas. Esta solución no me parece satisfactoria,
habido cuenta de que en aras de conseguir la máxima representación posible, en
la ONU tienen voz muchos estados que no respetan mínimamente los Derechos
Humanos, algunos auténticas dictaduras, por no hablar de la nula capacidad de
la organización para hacer cumplir las resoluciones que dicta, al carecer de un
verdadero poder militar efectivo.
Parece mucho más razonable
definir la Comunidad Internacional como aquel conjunto de estados que
aisladamente o formando parte de entidades supranacionales, tengan un peso
geopolítico significativo. Así, puede haber un amplio consenso en incluir bajo
esta denominación, sin pretender ser exhaustivos, a los principales
representantes de Occidente (EE.UU., la Unión Europea, Gran Bretaña, etcétera)
además de Rusia, China, Japón, potencias atómicas regionales como Israel, India
y Pakistán, los grandes productores de petróleo de Oriente Medio o Brasil. Tampoco
podemos olvidar la importancia de otros agentes geopolíticos como las potentes
multinacionales, algunas con más recursos que muchos estados o el ascendente terrorismo
yihadista.
Llegados a este punto, un inciso
para recordar brevemente qué son el G8 y el G20, frecuentemente citados en la
sección internacional de los medios de comunicación:
- Se conoce como G8 el grupo de países cuyo peso
político, económico y militar se considera especialmente relevante a escala
global. Está formado por EE.UU., Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia,
Italia, Japón y Rusia (temporalmente excluida tras la crisis de Crimea).
Además, la Unión Europea cuenta con representación política propia. Todavía es
frecuente ver referirse al G8 como “grupo de los ocho países más
industrializados del mundo”, lo cual actualmente es falso, ya que para que así
fuera se debería incluir a China y Brasil (segunda y séptima potencias económicas
mundiales respectivamente) y excluir a Italia y Canadá.
- A su vez, se conoce como G20 el grupo de estados
que integran un foro de cooperación entre países desarrollados y emergentes
para abordar temas relevantes de la agenda económica y financiera internacional.
Estos son, en orden alfabético: Alemania, Arabia Saudí, Argentina, Australia,
Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India,
Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica, Turquía y la
Unión Europea.
Al reflexionar sobre quienes
integran la Comunidad Internacional, empezamos a vislumbrar la respuesta a la
pregunta que nos planteábamos arriba. Si alguna vez, durante unos pocos años, tras
el desmoronamiento del Bloque Soviético, el mundo llego a ser unipolar y Occidente,
especialmente EE.UU., tuvo la ocasión de liderar la geopolítica mundial con unas
directrices basadas en una expansión activa de la democracia y el respeto por
los Derechos Humanos, dicha oportunidad se malogró en apenas una década. Atrás
quedan los días en que dos superpotencias mantenían un pulso sobre el
equilibrio mundial, dejando como herencia el mundo en que vivimos. Un mundo que
es quizás hoy más multipolar que nunca, y aunque no todos los jugadores tengan
el mismo peso en el tablero global, cada vez hay más agentes que pueden jugar
un papel significativo. En este gran juego, la Comunidad Internacional es un
monstruo, una hidra de muchas cabezas, cada una con sus propios intereses
cambiantes, tanto regionales como globales, que no dudan en atacarse entre sí
si las circunstancias así lo requieren.
Empezamos a entender porqué, por
ejemplo, la guerra civil siria dura ya más de tres años o porqué las
bienintencionadas pero superficiales políticas occidentales pro desarrollo para
África no consiguen cambiar de manera apreciable la situación de países
profundamente empobrecidos, llegando en ocasiones a contribuir a la
estabilización de auténticos estados fallidos controlados por señores de la
guerra o atroces dictadores. La partida es mucho más compleja de lo que los
medios nos quieren hacer ver. Dejemos de aludir a la Comunidad Internacional
como un ente al que se le pueda o deba exigir una unidad de acción. Seamos realistas,
y empecemos por exigir líneas de acción claras a nuestros propios gobiernos.
Teniendo claro, además, que solo estados con una política exterior fuerte, inteligente
y bien definida pueden tener algún peso geopolítico real, o participar de forma
efectiva en algún bloque supranacional que lo tenga.