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jueves, 31 de julio de 2014

EL USO PERMITIDO DE LA FUERZA. KOSOVO (III)

EL CONFLICTO
Muchos han querido ver la primera chispa del conflicto en las ansias de revancha de Serbia frente a las concesiones hechas en Bosnia y Herzegovina tras la disolución de la antigua Yugoslavia, decidida a castigar a la población musulmana de Kosovo, si bien el problema kosovar de Serbia venía de antiguo.
Las causas políticas del conflicto arrancan en 1981, después de la muerte del Mariscal Tito, año en el que la población albanokosovar (no cristiana y no eslava) protesta contra un estatuto que consideran discriminatorio. En 1989 el gobierno de Milosevic, después de las manifestaciones independentistas de primeros de año, decide revocar el estatuto de autonomía de Kosovo comenzando la represión de los manifestantes.
En 1990 el Gobierno de Belgrado continuó con las medidas represivas: cierre de medios de comunicación como el diario albanés “Rilindja”, disolución del parlamento kosovar, prohibición de la enseñanza de la lengua albanesa,  establecimiento de una auténtica ley marcial. Acciones todas ellas que tenían como objetivo empujar a la población albanesa de Kosovo a emigrar, de ahí la “sensación” de “limpieza étnica” que se iba a instaurar en la región.
El conflicto se agrava cuando los líderes albanokosovares votan en septiembre de 1991 la “Declaración Constitucional de la República de Kosovo” que exponía el derecho de autodeterminación del pueblo kosovar. Esta Declaración no propugnaba la independencia, sino el establecimiento de una república dentro de la Federación yugoslava.
Así las cosas, en octubre de 1991 la Asamblea provincial declaró Kosovo como un estado independiente que fue reconocido tan sólo por Albania. Cuando en mayo de 1992 se celebró un plebiscito para la elección de un Presidente y un Parlamento kosovar, las simpatías internaciones no se tradujeron en un reconocimiento por parte del resto de los Estados de la nueva república, sino a simples declaraciones de apoyo.
Este fue uno de los motivos que propició el nacimiento del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) y una de las causas de internacionalización del conflicto, a raíz de los actos terroristas que llevó a cabo.  Si bien el ELK nunca fue considerado un representante legítimo del pueblo kosovar, su ascenso parecía imparable, obteniendo un trato de favor de la comunidad internacional (es un hecho probado que muchos de los combatientes recibieron entrenamiento de la CIA y los servicios secretos alemanes). De este modo, poco a poco, el pueblo va perdiendo la fe en el diálogo, representado por Rugova, y se refuerza la tesis de la liberación por la fuerza.
Mientras la población albanesa de Kosovo quería ejercer su derecho de autodeterminación, las autoridades serbias consideraban que se trataba de un asunto interno, por lo que no consideraba necesaria la “mediación” internacional.
Sin embargo la situación acabó internacionalizándose, terminando en el Grupo de Contacto primero (Alemania, Estados Unidos, Francia, Italia, Reino Unido y Rusia) primero y en el Consejo de Seguridad de la ONU en última instancia.
El Grupo de Contacto se reunió en diferentes ocasiones a lo largo de 1998 proponiendo varias mediadas, entre ellas un embargo de armas total contra la República Federativa de Yugoslavia. Sin embargo ni los propios miembros del Grupo de Contacto estaban completamente de acuerdo con las medidas a tomar, con Estados Unidos y Reino Unido partidarios de una reacción rápida y Francia e Italia mucho más comedidos. La declaración final del Grupo no se posicionó demasiado en ningún aspecto: condenaba el uso de la fuerza por parte de las autoridades serbias contra la población civil así como las acciones del ELK. No apoyaba la independencia de Kosovo, pero tampoco defendía el régimen que las autoridades de Belgrado estaban aplicando. La única declaración contundente era la necesidad de respetar los derechos humanos.
Más tarde, el 31 de marzo de 1998, el Consejo de Seguridad de la ONU decide adoptar la Resolución 1160 en la que se decide el embargo total de armas a la República Federativa de Yugoslavia, tal y como había propuesto el Grupo de Contacto mientras hace una condena explícita de “el uso de la fuerza excesiva por las fuerzas policiales serbias contra civiles y manifestantes pacíficos en Kosovo, así como los actos de terrorismo del Ejército de Liberación de Kosovo o cualquier otro grupo o persona y todo el apoyo externo a las actividades terroristas en Kosovo, incluidas la financiación, la provisión de armas y el adiestramiento”.
En esta resolución se establecía además, que todos los estados deberían actuar estrictamente de conformidad con esta resolución y respetar la integralidad territorial del estado yugoslavo. Aunque también indica que para poner fin a la situación de violencia y terrorismo que vive Kosovo, el gobierno yugoslavo debe ofrecer un proceso político digno a la población albanesa de Kosovo que lleve a un mayor grado de autonomía y autoadministración, siempre dentro del respeto de la integridad territorial de la República Federativa de Yugoslavia.
Finalmente, también se insta a la Oficina del Fiscal del Tribunal Penal para la antigua Yugoslavia a recoger información sobre los actos de violencia acaecidos en Kosovo por si pudieran entrar en el ámbito de su jurisdicción.
Todas estas premisas no pusieron fin a los actos de violencia en Kosovo, ni se vislumbraba en el horizonte próximo una solución al conflicto, de modo que se empezaron a tomar medidas al margen de la comunidad internacional (p.e. en mayo de 1998 la OTAN llevó a cabo unos ejercicios militares en Albania y Macedonia con el fin de proteger sus fronteras).
El 23 de septiembre el Consejo de Seguridad se volvió a reunir, adoptando la Resolución 1199, que resulta importante por recoger los siguientes puntos:
· Se reconoce que la situación de Kosovo es un conflicto armado.
· Se reconoce el uso excesivo e indiscriminado de la fuerza llevado a cabo por las fuerzas de seguridad serbias y por el ejército yugoslavo, provocando bajas entre la población civil y el desplazamiento de miles de refugiados.
· Se reconoce que la masiva afluencia de refugiados principalmente a Albania y a Bosnia y Herzegovina, pero también a otros países europeos, es fruto del uso de la fuerza en Kosovo.
· Se describe la situación humanitaria como catastrófica y se señala las violaciones de los derechos humanos y del Derecho internacional humanitario.
· Se reconoce que el deterioro de la situación en Kosovo es una amenaza a la paz y seguridad de la región. Es en este momento cuando ya se habla de “amenaza a la paz y seguridad internacionales” al situar el conflicto en el ámbito del art. 39 de la Carta de Naciones Unidas.
Sobre estas premisas se pide tanto a las autoridades de Belgrado como a los representantes de la población kosovar que entablen un diálogo con participación internacional y con el establecimiento de un calendario claro, si bien el peso mayor cae sobre Belgrado que debe cumplir los siguientes puntos establecidos en la propia resolución y que atenta contra la soberanía del Estado yugoslavo sobre Kosovo:
· Cesar toda acción por parte de sus fuerzas de seguridad contra la población civil ordenando su retirada.
· Permitir una supervisión internacional continua sobre Kosovo y facilitar el regreso a sus hogares de los refugiados y de las personas desplazadas en unas condiciones mínimas de seguridad.
· Adoptar las medidas necesarias para velar por el personal humanitario con el fin de que puedan cumplir sus funciones sin estar sometidos a amenazas o al uso de la fuerza.
En este contexto, la OTAN prepara para finales de septiembre un plan para llevar a cabo acciones de castigo contra los objetivos militares en Kosovo y solicita a los Estados miembros que indiquen las fuerzas que quieren poner a disposición de la Alianza para esta acción. Esta sola amenaza llevó a las autoridades de Belgrado a anunciar el 28 de septiembre el cese de las operaciones en Kosovo, hecho que no considerado suficiente por la OTAN debido a los testimonios sobre la continuidad de los actos de violencia contra la población civil.
En este momento entra en juego la diplomacia americana a través de Richard Hoolbrooke, ex Secretario de Estado adjunto y mediador de paz para la antigua Yugoslavia, que presenta un plan de paz a Milosevic el 5 de octubre donde se recogían las líneas maestras trazadas anteriormente: cese del fuego, retirada de las fuerzas serbias (una constante desde la adopción de la Resolución 1199) y regreso de los refugiados.
Este plan no obtuvo una respuesta clara de Belgrado, por lo que la OTAN decidió el 13 de octubre activar su operativo militar, que podría dar lugar a operaciones de castigo en el plazo de una semana. Esta amenaza ahora sí mucho más real, llevaría a la adopción dos días más tarde, de un acuerdo en el que se descartaban estas acciones de castigo por parte de la Alianza y tenía por objeto verificar el respeto de lo establecido en la Resolución 1199.
El acuerdo fue ratificado por la Resolución 1203 del Consejo de Seguridad el 24 de octubre. Uno de los aspectos más importantes de esta resolución es que las autoridades serbias aceptarían el inicio de unas negociaciones con representantes kosovares para debatir la autonomía de Kosovo, que conllevaría la retirada de las fuerzas serbias, el regreso de los refugiados y el control de las actividades del ELK. El acuerdo fue llevado a la práctica bajo la supervisión de la misión de verificación de la OSCE en Prístina. Para garantizar la seguridad de la delegación, la OTAN decidió desplegar en la frontera de Macedonia una fuerza de 2.000 soldados.
Parecía, así que las negociaciones iban por buen camino, pero en enero de 1999 los miembros de la delegación de la OISCE fueron atacados, descubriéndose casi al mismo tiempo una matanza de 45 kosovares en Racak.
La situación elevó el descontento internacional y llevó a la Alianza a reforzar su presión sobre el gobierno de Belgrado, sin perder de vista que la solución al conflicto debía ser política y pasar siempre por el Grupo de Contacto de la OSCE.
Llegados a este punto, el 29 de enero se vuelve a dar un ultimátum a las partes en conflicto para que lleguen a una solución política en el plazo de 8 días. El ultimátum fue aceptado por el moderado Ibrahin Rugova, pero no así por las autoridades de Belgrado ni por los líderes del ELK. Tras vencer las reticencias iniciales, el 6 de febrero se inician las conversaciones entre todas las partes en Rambouillet.
El texto base para las negociaciones era el acuerdo adoptado por el Grupo de Contacto que tenía en cuenta los siguientes puntos:
· Necesidad de poner término rápido a la violencia y de respetar el alto el fuego.
· Solución pacífica de la crisis con un diálogo entre las partes.
· Establecimiento de un periodo de transición de tres años.
· Prohibición de cambios unilaterales en el estatuto provisional o transitorio de la provincia.
· Respeto a la integridad territorial de Yugoslavia y de los estados vecinos.
· Respeto a los derechos de las comunidades, especialmente en cuanto a sus lenguas, instituciones religiosas y enseñanza.
· Celebración de elecciones libres bajo el control de la OSCE.
· Inmunidad judicial para las acciones cometidas durante el conflicto, con la salvedad de los crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.
· Amnistía y liberación de todos los prisioneros políticos.
· Participación internacional y cooperación de todas las partes afectadas por el conflicto.
Sin embargo las partes mostraron que sus posiciones eran inconciliables e inalterables, mostrándose poco propensas al acuerdo. El ELK se mostró del todo intransigente rechazando cualquier acuerdo que no previese la independencia en un plazo relativamente corto. Las autoridades de Belgrado rechazaban el despliegue de una fuerza multinacional en Kosovo alegando la vulneración del principio de su soberanía. El intento de acuerdo no podía sino fracasar; fracaso que se anunció oficialmente el 23 de febrero.
El 15 de marzo una nueva reunión, esta vez en París, avivó nuevamente las esperanzas de llegar a un fin dialogado del conflicto. Las presiones de los estados miembros de la OSCE, especialmente de Estados Unidos, forzaron a los kosovares a aceptar el acuerdo de paz propuesto. Los serbios lo rechazaron y las conversaciones se aplazaron sine die el 19 de marzo.
En este contexto, la retirada de los observadores de la OSCE fue el preludio de lo que se avecinaba y el 23 de marzo se inicia la operación de la OTAN “Fuerza Decidida” en la que participan trece países de la Alianza: Italia, Francia, Gran Bretaña, Alemania, Canadá, Bélgica, Dinamarca, Países Bajos, Noruega, España, Portugal, Turquía y Estados Unidos.


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